En la fila, bajo un alto portón de chapa, al lado de la iglesia de Fátima, hay personas de todas las edades. Desde un bebé dormido en su cochecito hasta mayores que superan los ochenta años. Casi todos tienen bolsas de compras colgadas o mochilas. Adentro llevan tapers y otros contenedores para cargar las raciones de comida necesarias. Llegaron al comedor para saciar el hambre, en un país que produce toneladas de alimentos a diario. Un hambre que se debe a la interesada instrumentación que se hace políticamente para no abolirlo, cuando el hambre es una herramienta. Mientras, todavía las personas esperan en calma. Algunos llegan y se saludan, conversan, se conocen. El hambre no elige con quien meterse, despierta cuando el cuerpo necesita reponer la energía que la vida requiere. Texto y fotos, Andrés Manrique (ANRed).
«No quiero decir que sepa cómo cambiarlo… me parece decisivo saber que no sé soportarlo (…) cuando no soportar es necesitar que algo no sea, hacer algo para que no sea.» El hambre: Martín Caparrós.
Hace cuatro horas comenzó la tarea: “Yo me despierto a las seis o seis y media de la mañana, tomo unos mates en casa escuchando el noticiero y después salgo para acá. Estoy a unas cuadras así que siempre estoy a las ocho, o antes.” dice Irma, la cocinera. Del otro lado del portón corredizo, pasando un largo patio, las hornallas dan su último golpe de calor mientras la cocinera revuelve las ollas con una fuerza suave para que los fideos lleguen al punto exacto. Esta mañana, junto a dos voluntarios pelaron 2 bolsas de cebollas, media bolsa de zanahorias, 10 kilos de papas y batatas, 15 zapallos ancos, y 8 kilos de carne para darle sabor al guiso en el que cocinaron 40 kilos de fideos. Cuatro horas les llevó procesar 120 kilos de alimento. Ahora son casi las doce y la comida está lista. Es viernes 15 de noviembre, hace calor, y bajo la chapa se juntan algunos grados más de temperatura. El olor a fideos ocupa todo el ambiente y entran los voluntarios del secundario de Fátima, que vienen a transportar las ollas cargadas y a repartir las raciones.
A las doce se abre el portón y comienzan a pasar quienes tienen ya su pedido con la cantidad de porciones anotadas en una lista, y aquellos que se suman a último momento: “Generalmente son 600 porciones, los domingos más o menos 1000. Se anota de lunes a viernes. A veces se suma gente nueva a la que nunca se le niega. Si se terminó lo del día, se sacan prepizzas, si nos quedamos sin, sale fruta. De acá nadie se va sin comer.”, agrega Dina, que trabaja también acá y hoy vino a pesar de los 7 puntos que se tuvo que dar en la rodilla, por un accidente doméstico.
El hambre se baja de la agenda de los medios de comunicación: lo que pasa todo el tiempo, mucho y en todas partes, pierde la capacidad de sorprender. Se nos endurece la piel con una nueva capa. Nos aislamos. Dejamos de enterarnos y, entre otros efectos, ya no comunicamos. Lo que pasa todos los días en el llano enjuaga el criterio de noticiabilidad.
Irma en pandemia empezó a acercarse a la Parroquia a buscar comida: “hasta que un padre me preguntó si quería venir a cocinar, a ayudarnos. Y empecé los domingos y después en la semana, nos prestaba la cocina un salón de fiestas. Hasta que se hizo esto, que depende de la iglesia de Fátima. A mediados de 2020 el Estado nos apoyaba con mucho más que ahora, pero yo me dedico más a cocinar, yo no preveo los alimentos que necesitamos. El padre se ocupa de que estén las materias primas. Se encarga de ir a buscar y traer, y nosotras nos encargamos de saber cuántos vienen a comer, procesar, cocinar.”
Y agrega Dina: “Luisa es quien se ocupa de la provisión de alimentos, del gobierno de la ciudad, de Cáritas y de donaciones eventuales. Entre todas, pero Luisa es la que se ocupa de las cantidades que se necesitan. Hoy sacamos cuarenta kilos de fideos, pero los martes y jueves, que hay feria, se sacan más cantidades. A la tarde tenemos los merenderos. Tenemos la capilla. Tenemos apoyo escolar. Los sábados tenemos merendero en la capilla, que es aparte de todo esto.
El primer trimestre de este año, los comedores entraron unas semanas a las agendas de noticias, debido a la falta de voluntad política mezclada con la mala intención y la incapacidad de administrar la cosa pública del Ejecutivo actual. Pero el hambre es cada vez, y cada vez más. No tiene fecha de vencimiento y, pese a que las necesidades urgían, el gobierno mantuvo cerradas las puertas de galpones y plantas donde se arma la logística de distribución de las mercaderías. El Poder Ejecutivo, desde el Ministerio de Capital Humano, con Sandra Pettovello a la cabeza como principal responsable, mantuvo discusiones llenas de mentiras. Atribuyó sus más de tres meses de demora a supuestas auditorías. Luego, de los más de 3000 comedores repartidos en el AMBA, dio a conocer poco más de dos casos donde no funcionaban, dando a entender que todo era corrupción. Usó argumentación falsa que dilató al máximo el reparto de alimentos que ya estaban asignados, poniendo en evidencia una vez más la crueldad que lo caracteriza. Esto generó movilizaciones y el periodismo (sobre todo el del campo popular y alternativo) fue cubriendo los hechos. Pero el gobierno demoró la entrega a tal punto que se terminaron tirando toneladas de alimentos ante las últimas estadísiticas del observatorio de la UCA, que arrojan la cifra de más de un millón de chicos que se van a dormir con la panza vacía.
El gobierno sigue asistiendo mal y poco las necesidades básicas de los comedores. En este caso particular, lo hace por la interposición de la iglesia de los curas del tercer mundo. Y es gracias a ellos que hoy también, al igual que seis días a la semana durante todo el año, cientos de familias se acercan con sus tápers a buscar las raciones necesarias.
Es urgente la articulación de políticas públicas humanizantes. Ponemos sobre la mesa la necesidad de seguir hablando de estos temas hasta que se acerquen soluciones estructurales.
La parroquia queda en Mariano Acosta 2979. Los horarios son de lunes a viernes, de 9 a 13. Y de 16 a 20. Y la comida se retira de domingos a viernes las 12.
Si alguien pudiera y quisiera colaborar, dejamos los datos para seguir tejiendo redes de solidaridad. Datos de CBU: Parroquia Nuestra Señora de Fátima. CUIT: 30716145847. Cta. Cte. en pesos. Nro. de Cuenta: 191-032-009236/3 CBU: 1910032255003200923632
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