Por Federico Di Pasquale*
El 25 de noviembre de 2016, América Latina perdió a uno de sus líderes más emblemáticos: Fidel Castro Ruz. A lo largo de su vida, Fidel no solo desafió al imperialismo estadounidense y al orden establecido, sino que encarnó un proyecto político basado en la soberanía, la justicia social y la dignidad de los pueblos. Su figura trasciende fronteras y épocas, siendo al mismo tiempo amada y odiada, pero nunca ignorada.
Fidel no fue solo el líder de la Revolución Cubana, fue un símbolo viviente de resistencia para los pueblos oprimidos del mundo. En 1959, junto a un grupo de revolucionarios, derrocó la dictadura de Fulgencio Batista, instaurando un modelo político y social que intentaba romper con siglos de colonialismo, dependencia económica y desigualdad estructural. En plena Guerra Fría arrancó como un movimiento nacional debiendo acercarse a la URSS con posterioridad por las continuas amenazas de los EEUU.
Un proyecto de Emancipación Social
La Revolución Cubana, liderada por Fidel, no solo cambió la estructura política de la isla, sino que se propuso construir un modelo de justicia social radical. En un continente azotado por la pobreza y la exclusión, Cuba logró avances históricos en educación, salud y cultura. Según datos de la UNESCO, la alfabetización alcanzó el 96% en la década de 1960, un logro inaudito en América Latina en ese momento. Además, el sistema de salud cubano, universal y gratuito, se convirtió en un ejemplo a nivel global. Sino porqué Maradona se hospedó allí cuando estaba atravesado por los consumos problemáticos.
Fidel comprendió que la emancipación de los pueblos no era posible sin educación, salud y cultura. Como él mismo expresó: “La Revolución no es un camino de rosas, es una lucha a muerte entre el pasado y el futuro” . En ese sentido, Cuba apostó por el futuro: un pueblo educado, saludable y con acceso a la cultura era un pueblo capaz de resistir cualquier intento de dominación. La pedagogía de José Martí, también heredada por su camarada Che Guevara, fue una bandera decisiva para el proyecto revolucionario.
El Internacionalismo como Bandera
Uno de los legados más significativos de Fidel fue su concepción del internacionalismo. Bajo su liderazgo, Cuba envió médicos, maestros y soldados.
Para Fidel, la lucha por la justicia no tenía fronteras. En su visión, la Revolución Cubana no era un fenómeno aislado, sino parte de una lucha histórica por la liberación de los pueblos del Sur Global frente al colonialismo y el capitalismo.
Fidel Castro y el Combate Contra el Neoliberalismo
Hoy, en un contexto donde el neoliberalismo avanza con fuerza, la figura de Fidel Castro se vuelve más relevante que nunca. Fidel entendió como pocos que el capitalismo no solo perpetúa la desigualdad, sino que destruye los vínculos solidarios y la dignidad de los pueblos. Desde su lugar en la historia, seguramente miraría con preocupación los intentos de los gobiernos neoliberales, como el de Javier Milei en Argentina, que promueven un modelo de privatización extrema, exclusión social y sumisión a los intereses del gran capital.
Fidel, quien dedicó su vida a construir alternativas colectivas, no dudaría en denunciar estas políticas como una regresión histórica que amenaza los derechos conquistados por los pueblos latinoamericanos. En un tiempo donde las derechas internacionales se articulan para imponer agendas de ajuste y desigualdad.
Como dijo en su histórico discurso en la ONU en 1979: “El neoliberalismo no es un camino para la humanidad, es un sistema que conduce al desastre”. Hoy, sus palabras resultan más fuertes que nunca frente a los ataques a las democracias populares y las políticas públicas inclusivas.
Críticas y contradicciones
Por supuesto, el liderazgo de Fidel no estuvo exento de críticas. La centralización del poder en su figura y las limitaciones a las libertades políticas dentro del modelo cubano han sido objeto de debates durante décadas. Sin embargo, es fundamental situar estas cuestiones en su contexto histórico. Durante más de medio siglo, Cuba se enfrentó a un bloqueo económico brutal por parte de Estados Unidos, que intentó ahogar cualquier posibilidad de desarrollo independiente. A pesar de ello, la isla resistió, demostrando que la dignidad no se negocia.
Fidel no era perfecto, pero tampoco lo era el mundo que intentó transformar. Su legado debe evaluarse desde una perspectiva histórica y filosófica, reconociendo sus contradicciones, pero también su inmenso aporte a las luchas por la justicia social.
Un Faro para las Nuevas Generaciones
En un tiempo donde el capitalismo depredador parece omnipresente y las desigualdades se profundizan, el ejemplo de Fidel sigue siendo un faro. Su mensaje de resistencia, de lucha colectiva y de apuesta por un mundo más justo sigue resonando en movimientos sociales, sindicatos y organizaciones populares de todo el mundo.
Fidel nos recordó que los cambios no se logran desde la renuncia, sino desde la acción decidida. Que un pueblo organizado y comprometido puede enfrentarse incluso a las fuerzas más poderosas. Como él mismo dijo: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.
Hoy, a siete años de su partida física, Fidel Castro no es solo un recuerdo; es un símbolo de esperanza y de lucha. En cada joven que se organiza, en cada colectivo que resiste, en cada rincón donde se defiende la dignidad humana, está presente su legado.
En un mundo que necesita más justicia, más igualdad y más humanidad, Fidel sigue siendo inspiración. Porque, como él mismo afirmó: “La historia me absolverá”.
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