
Escribe Jimena Bondaruk
El miércoles, el Congreso volverá a ser escenario de una de esas jugadas que mezclan ironía y cinismo. Esta vez, el protagonista es el presidente Milei, quien, bajo la bandera del ‘equilibrio fiscal’, decidió vetar la Ley de Financiamiento Universitario. Porque, claro, no hay mejor manera de demostrar el compromiso con la educación pública que cortándole los fondos. Total, las universidades públicas pueden seguir funcionando a base de discursos vacíos, ¿no? La Ley de Financiamiento Universitario propone garantizar un financiamiento mínimo y progresivo para las universidades nacionales, asegurando que puedan cumplir con su rol esencial en la formación de profesionales, la investigación y el desarrollo de conocimiento. Este proyecto tiene como objetivo que las universidades públicas cuenten con recursos suficientes y predecibles para evitar que las crisis presupuestarias afecten la calidad educativa y las oportunidades de miles de jóvenes.

El veto de Milei a esta ley no solo corta un pilar fundamental del sistema educativo argentino, sino que también pone en riesgo investigaciones clave para el desarrollo económico y social del país. El argumento de Milei de que el veto se justifica por el “equilibrio fiscal” es, al menos, engañoso. Mientras recorta el 0,14% del PBI destinado a la educación pública, destina cuatro veces más en exenciones de Bienes Personales, beneficiando únicamente a los sectores más acomodados. ¿Es este el equilibrio que propone? Un equilibrio que favorece a los de siempre, mientras sacrifica a los que dependen de la universidad pública para salir adelante. Según estimaciones, el veto ahorra alrededor de 80 mil millones de pesos, mientras que las exenciones fiscales costarán 320 mil millones de pesos. La excusa del ahorro suena hueca cuando esos fondos se desvían hacia quienes ya tienen más de lo que necesitan.

Otro caballito de batalla en el discurso del presidente es la supuesta falta de control sobre las universidades. Pero la realidad es otra: las universidades nacionales están sujetas a auditorías de la Auditoría General de la Nación (AGN) y cada una tiene su propio sistema de control interno. Claro, hay demoras en algunas auditorías externas, pero están ahí, y supervisadas por organismos especializados. Entonces, ¿de qué falta de control hablan? Ah, claro, es solo otro pretexto para recortar fondos a las instituciones que están fuera del radar del poder político. El impacto de estos recortes no es solo una cuestión de números. Detrás de las estadísticas y porcentajes, hay miles de estudiantes que dependen de la universidad pública para construir su futuro. Una de ellas lo expresó con claridad durante la marcha: “Nos están diciendo que nuestra educación no es importante, que el futuro no importa. Cada corte al presupuesto es un golpe a nuestros sueños. Mientras ellos recortan, nosotros seguimos luchando”.
Estas palabras resuenan con fuerza porque reflejan el sentimiento de miles de jóvenes que ven cómo su futuro se sacrifica en nombre de un mal llamado ‘ahorro’. Invertir en universidades públicas no es un gasto superfluo, sino una inversión estratégica. Por cada peso invertido en educación superior, el retorno económico y social es significativo. Las universidades generan empleo, producen investigaciones que impulsan la industria, y forman a los profesionales que liderarán el futuro del país. Un estudio del Banco Mundial muestra que la inversión en educación superior tiene un retorno multiplicador en la economía local. Vetar esta ley es vetar el futuro de miles de jóvenes que ven en la universidad pública su única posibilidad de progreso. Al negarles el financiamiento, Milei está cerrando las puertas a generaciones enteras. No se trata solo de aulas y profesores, se trata de investigaciones que salvan vidas, de empleo, de innovación. Mientras las universidades públicas reciben recortes, los sectores más privilegiados gozan de beneficios fiscales.
Este desbalance no es casualidad: es un ajuste que, una vez más, recae sobre los que menos tienen. Este no es un debate solo sobre números; es una discusión sobre el país que queremos construir. Y mientras el gobierno sigue cortando en educación, los jóvenes seguirán saliendo a las calles, porque sabemos que, sin financiamiento, no hay futuro.
Credito Infoban

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