¿Es posible que un país sobreviva a un ajuste económico que lleva a millones de personas a la pobreza? ¿Qué futuro tiene Argentina cuando más de la mitad de sus habitantes no pueden satisfacer sus necesidades básicas?
A menos de un año de asumir el poder, Javier Milei enfrenta una realidad que desmiente su promesa de acabar con la decadencia argentina. La nación sudamericana asiste a una crisis social y económica de proporciones alarmantes, con más de la mitad de su población sumida en la pobreza, un dato que revela la fragilidad del sistema y la insuficiencia de las políticas impulsadas por el nuevo gobierno.
LA POBREZA Y LA INDIGENCIA COMO HUELLA DEL AJUSTE FISCAL
Con más de 5 millones de personas cayendo en la pobreza durante los primeros seis meses de 2024, las cifras de indigencia y pobreza alcanzan niveles inéditos en dos décadas. El 52,9 % de la población argentina no logra satisfacer sus necesidades básicas. El impacto más brutal lo sufren las infancias: más de siete millones de niños y niñas viven sin acceso a lo más esencial. Es difícil imaginar cómo se puede hablar de un nuevo comienzo cuando el país se sumerge en una espiral de miseria tan devastadora.
La indigencia, que ya afecta al 18,8 % de los argentinos, es quizás la expresión más cruda del ajuste fiscal que Milei implementó desde su llegada al poder. La decisión de devaluar el peso en un 54 % frente al dólar estadounidense desencadenó una inflación descontrolada que superó el 25 % en solo dos meses, dejando los salarios reales aún más deteriorados. La caída de los ingresos ha sido tan vertiginosa que muchos no encuentran forma de cubrir sus necesidades diarias. Milei, que llegó al poder como salvador de la economía, parece haber acelerado un proceso de empobrecimiento estructural que ya era severo antes de su llegada, pero que ahora se ha desbordado.
Es cierto que la pobreza en Argentina es un problema de larga data, pero la rapidez con la que ha crecido desde que Milei asumió la presidencia es alarmante. Las políticas de ajuste han hecho poco más que profundizar las desigualdades. El país, en lugar de avanzar hacia la prometida “nueva Argentina”, se encuentra atrapado en una dinámica de recesión y desigualdad.
UN MODELO ECONÓMICO INVIABLE
El esquema económico que Milei defiende, centrado en la reducción del déficit fiscal y la contención de la inflación, parece ignorar una realidad evidente: la economía argentina no puede sostenerse sobre la base de políticas de austeridad que destruyen el tejido social y condenan a millones de personas a la pobreza extrema. El modelo actual sigue basado en la emisión monetaria y el endeudamiento, pero sin ofrecer alternativas que generen empleo y promuevan el desarrollo económico a largo plazo. La brecha entre los sectores que exportan y compiten en el mercado internacional y aquellos relegados a la economía informal no deja de crecer.
El problema, como advierte el sociólogo Agustín Salvia, no es solo de mala gestión, sino de un modelo agotado. Durante las últimas dos décadas, Argentina ha vivido en una constante ilusión de movilidad social, alimentada por políticas que mantenían el consumo a través del endeudamiento y la emisión monetaria. Pero ese esquema, que en su momento pareció ofrecer una salida a la crisis del 2001, ahora ha demostrado ser insostenible. La apuesta de Milei por desmantelar lo poco que queda de ese sistema ha dejado a la población sin red de seguridad alguna.
Los sectores más vulnerables, en particular las y los pensionistas, son los que más han sufrido el embate de estas políticas. En solo un año, la tasa de pobreza entre los mayores de 65 años ha pasado del 13,2 % al 29,7 %. Lejos de encontrar una solución a sus problemas, estas personas han visto cómo el gobierno les ha negado incluso el aumento de las jubilaciones, a pesar de que la inflación ha reducido sus ingresos a niveles insufribles. El veto de Milei a la ley que aumentaba las pensiones es solo un ejemplo más de la desconexión entre el discurso del gobierno y las necesidades reales de la población.
EL MALCONTENTO SOCIAL CRECE
El ajuste de Milei no solo ha destruido la capacidad de compra de los salarios, sino que ha generado un clima de creciente tensión social. Las protestas se multiplican en un país que no encuentra una salida a su desesperante situación económica. Las universidades, los sindicatos y otros sectores sociales ya han convocado marchas multitudinarias para manifestarse contra las políticas de ajuste del gobierno. En abril de este año, una marcha masiva movilizó a más de un millón de personas en todo el país, dejando claro que el malestar es profundo y generalizado.
El descontento social se refleja también en la erosión de la imagen de Milei. Si bien su gobierno se ha mantenido relativamente inmune a la oposición en los primeros meses, las encuestas muestran un desgaste creciente en su popularidad, alimentado por la incapacidad de ofrecer soluciones concretas a los problemas que más agobian a los argentinos: el hambre, la pobreza y la falta de empleo.
El desempleo oficial se mantiene relativamente bajo, pero esconde una realidad mucho más sombría: la mitad de la población ocupada trabaja en la informalidad, sin acceso a derechos básicos y con salarios que no permiten cubrir las necesidades más elementales. Esta economía de subsistencia, que afecta a millones de familias, es el síntoma de un país atrapado en una crisis crónica de la que no parece haber una salida fácil.
La Argentina que Milei prometió construir sigue siendo una quimera, y cada día que pasa, más argentinos se hunden en la pobreza. El espejismo de la prosperidad se desvanece, dejando en su lugar una sociedad fracturada y empobrecida que lucha por sobrevivir en medio de políticas que han demostrado ser no solo ineficaces, sino profundamente destructivas.
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