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ECONOMIA

«La devaluación va a llegar. La pregunta es cuándo y en que magnitud»

«La devaluación va a llegar. La pregunta es cuándo y en que magnitud»
04/04/2025

El economista Cristian Caracoche acaba de publicar su nuevo trabajo Capital industrial y representación orgánica. La acción política de la UIA en la postconvertilidad. El mismo se enfoca en el rol de la Unión Industrial Argentina en la política y continúa la línea de investigación iniciada en Duhaldismo, Kirchnerismo y Macrismo. El capitalismo argentino y su recurrencia histórica, su libro anterior. Hablamos con Cristian, no solo de su nuevo libro, sino también de la coyuntura actual, la devaluación inminente y un elemento a atraviesa la historia económica argentina desde hace mas de un siglo: la puja entre el sector rural y el industrial. Por Ramiro Giganti (ANRed).


Como sucede en otras entrevistas, los trabajos de Cristian suelen abordar temáticas con un enfoque que escapa a cierta «demagogia académica» donde la respuesta suele reconfortar a las mayorías. A veces las respuestas, o las temáticas a abordar no son las mas confortables ni las preguntas «de sentido común» tienen una respuesta breve y simple. Ta vez, la única respuesta «simple» sea la que titula esta entrevista sobre el evidente desfasaje cambiario y una inevitable devaluación en puerta. Pero aún así la respuesta deja interrogantes abiertos. Escapando al vicio de pretender que un analista sea profeta, hablamos con Cristian sobre su nuevo trabajo que escapa, no solo del «sentido común académico» sino también del «sentido común militante» (que muchas veces cae en la auto referencialidad) buscando, desde el análisis de la burguesía (en este caso industrial), brindar herramientas que puedan ser un aporte proletariado pero mirando, no a si mismo, sino a su otro: las patronales.

  • Primero contanos brevemente de que se trata tu nuevo libro.

En términos generales, este último libro continúa la línea de investigación iniciada en Duhaldismo, Kirchnerismo y Macrismo. El capitalismo argentino y su recurrencia histórica. En aquella oportunidad, que había sido la edición de mi tesis de maestría, se intentaban explicar las grandes tendencias del capitalismo argentino durante la posconvertibilidad, planteando como eje del relato histórico el devenir de la rentabilidad empresarial y de la acumulación de capital. No obstante, con el tiempo noté que en dicho libro se dejaba en un segundo plano a la acción política particular de las distintas fracciones del proletariado y de la burguesía para estudiar la dinámica general de la lucha de clases, razón por la cual, tímidamente, comencé a avanzar en este nuevo problema de investigación.

Cuando uno mira la historiografía que hay disponible sobre la posconvertibilidad encuentra que mucho se escribió sobre la clase trabajadora y el movimiento obrero, pero que hay muy poco material enfocado en la burguesía y en sus fracciones, por lo que ahí encontré, en términos académicos, un área de vacancia. En función de esto me puse a estudiar para el período 2002-2015 la acción política de la Unión Industrial Argentina (UIA), de lo que surgió inicialmente mi tesis doctoral y posteriormente este nuevo libro que se titula Capital industrial y representación orgánica. La acción política de la UIA en la posconvertibilidad.

A partir de un importante cúmulo de fuentes primarias y estadísticas de elaboración propia, el libro intenta reconstruir para el período bajo estudio el devenir del sector industrial, su rentabilidad, sus niveles de acumulación de capital, y los mecanismos concretos de intervención política que ejercieron los dirigentes de este sector. En esta lógica, y muy a contramano de la enorme mayoría de la bibliografía que suele estudiar a la burguesía industrial, se describe una íntima relación entre las condiciones de valorización del capital industrial y la acción política de su respectiva dirigencia, corporizada en la UIA.

Como autor del libro, debo subrayar que, más allá de las pretensiones académicas, el texto plantea algunas cuestiones políticas de relevancia. Por un lado, se discute un elemento medular del discurso kirchnerista, el cual propone al capital industrial como el vehículo central para mejorar de manera sostenida las condiciones de vida de la clase trabajadora. Contrario a esto, a lo largo del libro se demuestra repetidamente que la burguesía industrial, lejos de portar esas características progresivas que le asigna el kirchnerismo, requiere para su desarrollo y para su expansión que los niveles de vida del proletariado se mantengan en una situación de elevada precariedad.

Por otro lado, y quizás más importante, al estudiar los intereses de la burguesía industrial y sistematizar su acción política, el libro también se propone como un insumo que aporte al fortalecimiento del proletariado fabril y a su respectivo movimiento obrero, de cara a la disputa cotidiana que estos sectores llevan adelante por las condiciones de venta de la fuerza de trabajo.

  • A simple vista lo que es “vox populi” es que el modelo menemista de convertibilidad repercutió muy negativamente en la industria nacional. ¿Podes explicarnos cómo fue que la Unión Industrial apoyó ese modelo durante gran parte del mismo?

La enorme mayoría de la historiografía que estudia a la acción política de la burguesía industrial sostiene ese planteo, el cual obviamente se volvió hegemónico entre los analistas tanto académicos como políticos. El planteo en cuestión parte de algunos elementos que son ciertos. La burguesía industrial que opera en Argentina posee una baja productividad en términos internacionales, por lo que es un sector predominantemente mercado internista, que requiere para su reproducción de una importante protección ante la competencia externa. En un contexto como el de la convertibilidad, al reducirse tanto el tipo de cambio real como las barreras comerciales, la patronal industrial se ve perjudicada, por lo que, mientras que los capitales más productivos tienden a ver una caída en su rentabilidad –en comparación con la que podrían obtener en un contexto de protección comercial-, los capitales menos productivos ven amenazada su propia existencia. Limitándose a esta descripción, la mayoría de los autores que estudiaron el período tienden a explicar que, motivada por ciertos “marcos interpretativos” ligados al liberalismo económico que eran hegemónicos en la época, la burguesía industrial, en un acto de total irracionalidad, decidió apoyar abiertamente al modelo de la convertibilidad, el cual era por definición contrario a sus propios intereses materiales. No obstante, la realidad es mucho más compleja que esta explicación simple y lineal.

Por un lado, no es cierto que la UIA apoyó a la convertibilidad de manera monolítica, ni tampoco es verdad que el apoyo que la institución le brindó al gobierno se mantuvo constante a lo largo de las dos presidencias de Carlos Menem. Entre los años 1989 y 1993 hubo importantes disputas internas en relación a la actitud que debía tomar la entidad ante el menemismo. Durante este período se contraponían de un lado los perjuicios que implicaba la apertura de la economía en el sector industrial, y del otro, las promesas de estabilidad que traía consigo el nuevo presidente. En este contexto, la UIA expresó un discurso poco cohesionado, materializado en una acción política ecléctica, que, dadas sus internas, carecía de consistencia.

Una vez consolidada la estabilización de la economía y fortalecido el gobierno, se abrió un período de apoyo mayoritario –aunque como ya se dijo, no monolítico- de parte de la UIA al menemismo, el cual duró entre 1993 y 1997 bajo la conducción institucional de Jorge Blanco Villegas –referente de la industria automotriz y de electrodomésticos, y familiar de Mauricio Macri-. En este contexto, con una rentabilidad en crecimiento, los capitales industriales que podían capear la competencia internacional absorbían a su competencia interna y se beneficiaban de un ámbito de acumulación estabilizado, lo que alentaba un proceso creciente de acumulación de capital. De esta forma, mientras que el capital industrial mejoraba en términos generales sus condiciones de valorización, la UIA presentaba “hacia afuera” un discurso coherente y acuerdista, en tanto que al interior se registraban algunas críticas hacia la convertibilidad por parte de los capitales más afectados por la apertura.

Base de datos utilizada en Capital industrial y representación orgánica. La acción política de la UIA en la posconvertibilidad (2002-2015). La misma muestra la oscilación en la acumulación y ganancia en el sector industrial  entre 1990 y 2015.

Finalmente, la serie de devaluaciones de países emergentes que se registró a partir de 1998 redujo aún más a la competitividad de la industria local, lo que implicó que aumenten las “víctimas” de la apertura comercial. En función de esto, mientras que la rentabilidad promedio del sector caía y cada vez más empresas quebraban, la acción política de la UIA fue tornándose progresivamente crítica de la convertibilidad, para terminar formando en 1999 el Grupo Productivo, el cual sería posteriormente uno de los principales promotores de la salida devaluatoria. Esto implicó inicialmente un discurso con importantes contradicciones, para luego presentarse cohesionado y abiertamente crítico del modelo convertible.

Lo expuesto demuestra que el apoyo de la UIA hacia el menemismo solamente fue mayoritario –y no monolítico- en un contexto donde, luego del shock inicial que trajo consigo la apertura, los capitales “sobrevivientes” se vieron favorecidos por las ahora mejoradas condiciones de valorización. Asimismo, este apoyo mayoritario solamente duró hasta la devaluación de Rusia y Brasil, donde, conforme el gobierno perdía popularidad y empeoraban las condiciones de valorización del capital industrial, la necesidad de protección externa se comenzó a imponer por encima de la demanda de estabilidad macroeconómica.

Todo este repaso histórico echa por tierra aquellas explicaciones de tipo culturales, psicológicas y/o ideológicas, ya que muestra que la UIA es una institución patronal que, con sus respectivas mediaciones, dirige su acción política en función de los intereses materiales de sus afiliados, apoyando al gobierno de turno en aquellas coyunturas donde la mayoría de su capital representado se ve beneficiado, y criticando en aquellas otras situaciones donde este capital se ve perjudicado.

  • En relación a la pregunta anterior pero vinculado a la coyuntura actual. ¿Qué relación ves entre la UIA y el gobierno?

Hoy por hoy se repiten varios elementos en relación a los 90´, aunque con distintas intensidades y algunas diferencias.

De arranque, con la Ley Bases y el decreto 70/2023, Milei se ganó la simpatía de amplias franjas de la burguesía (incluyendo a la fracción industrial), ya que, más allá de algunos puntos que todavía están frenados en la justicia, dicha legislación no sólo implicó una reducción importante en los costos para contratar, precarizar y despedir al personal, sino que también le restituyó a la patronal un importante grado de autoridad dentro de las fábricas, al eliminar la posibilidad de reincorporar empleados despedidos por motivos gremiales y penar la ocupación de planta y el bloqueo de portones, entre otras cosas.

Ya en relación a las cuestiones macroeconómicas, existe una caída importante de la protección comercial que tenían las industrias locales ante las mercancías extranjeras, dado que el gobierno redujo las barreras comerciales y la moneda nacional se sobrevaluó. Esto hizo que la producción industrial se encarezca en términos internacionales, afectando negativamente a todo el sector, y amenazando la supervivencia de muchos capitales individuales, principalmente en los sectores menos competitivos.

Por otro lado, existe una tendencia a la estabilización macroeconómica que aún no termina de consolidarse, ya que todavía se requiere de una devaluación del tipo de cambio para lograr el equilibrio en el sector externo.

Asimismo, el gobierno todavía exhibe importantes niveles de popularidad que lo dotan de cierta fortaleza política, lo que desalienta las críticas desde el empresariado hacia el ejecutivo.

En este marco, a medida que se aprecia cada vez más el tipo de cambio y que lentamente en este último tiempo el gobierno fue perdiendo ciertos índices de aprobación, la UIA presenta un “apoyo crítico” hacia Milei, el cual, si bien con el tiempo se torna cada vez más crítico, ante la falta de alternativas políticas compatibles con el plan de la burguesía, todavía no deja de presentarse como un “apoyo”.

Pensando en el futuro, por una cuestión de principios cuesta imaginar que este gobierno reestablezca las barreras arancelarias en los niveles previos al año 2024. Sabiendo esto, es esperable que la patronal industrial tenga depositadas sus esperanzas en que la posible flotación cambiaria que se espera para –como tarde- después de las elecciones, le brinde una mejora en la competitividad, y por consecuencia, en la rentabilidad del sector. Asimismo, aunque en menor grado, otra apuesta que siempre hace la patronal industrial es a una reducción impositiva que la beneficie, lo cual todavía sigue siendo una simple promesa de campaña.

De no darse un aumento en el nivel del tipo de cambio real en el mediano plazo, y de no registrarse una importante reducción de la carga impositiva, es esperable que dentro de la UIA crezcan las críticas, y que alternativamente se vuelva a reeditar un nuevo planteo devaluacionista, sea solapado o explícito. No obstante, por ahora, fiel a su tradición, la dirigencia industrial sigue en una posición cautelosa y expectante.

  • En tus redes diste hace unos días una opinión sobre este nuevo acuerdo que Milei quiere cerrar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ¿Cómo ves esta situación? ¿Qué repercusiones puede tener en el modelo cambiario actual?

Milei llegó al poder luego de casi 20 años donde se registró un aumento tendencial de la inflación. Asimismo, en los últimos 5 años se dio una aceleración muy importante en el aumento de los precios, lo que prendió todas las alarmas por la posibilidad de entrar en una nueva hiperinflación. En este contexto, donde el «libertario» se vendió como un experto en economía, la lucha contra la inflación se convirtió en un elemento fundamental de su capital político.

Desde un inicio, la política de recorte del gasto público ha aportado a la baja de la inflación, operando como un ancla fiscal. En los últimos meses nos estamos enterando que por medio de la Secretaría de Trabajo el gobierno está implementando techos a las paritarias, lo que funciona como un ancla salarial. Todo esto complementa al ancla cambiaria, ya que el tipo de cambio, luego de la devaluación inicial, evolucionó por debajo del índice de precios.

De conjunto, todas estas medidas llevan a desacelerar la inflación, lo que conforma una importante bandera política para Milei. No obstante, estas medidas también fueron generando un creciente atraso cambiario, lo que fue deteriorando la situación del sector externo, materializándose esto en una progresiva pérdida de dólares en las arcas del Banco Central.

En este marco, para lograr el equilibrio que “le falta” a Milei para estabilizar la macroeconomía –es decir, para lograr el equilibrio externo-, el gobierno debe incurrir en una devaluación del peso. Esta devaluación encarecería las mercancías importadas, lo que, en términos externos, desalentaría la importación y mejoraría el resultado de la cuenta corriente, generando así un mayor ingreso de dólares al país. No obstante, no todo es color de rosas, ya que la devaluación también tendría un efecto inflacionario, lo que amenazaría el proceso de desaceleración que Milei exhibe como un logro de su gestión.

A partir del problema planteado se observa que en las últimas semanas el gobierno advirtió que con los dólares que tiene no podría llegar hasta las elecciones sin devaluar, por lo que acudió al FMI en búsqueda de dólares frescos para frenar y/o administrar esta posible devaluación. No obstante, según los trascendidos, para que el FMI autorice el préstamo le requiere al gobierno argentino un aumento en el precio del dólar, por lo que Milei se encuentra en una importante encrucijada: o ceder ante la demanda del Fondo y obtener las divisas necesarias para enfrentar la cada vez más posible devaluación; o rechazar el requerimiento del FMI y arriesgarse a que el mercado continúe demandando dólares y que todo decante en una devaluación librada a su propia suerte.

Como nada es simple, lo más esperable es que el gobierno negocie con el Fondo Monetario un nivel de devaluación acotado antes de las elecciones, y prometa un mayor aumento del tipo de cambio luego del proceso electoral, a cambio de recibir los dólares frescos. No obstante, todavía no hay nada cerrado y todo puede cambiar de un día para el otro.

  • Ahora que, además de Economista tenés un doctorado en Historia, Argentina tuvo en sus distintos gobiernos y modelos económicos siempre una puja entre el sector industrial y el agrario. Vinculado a la pregunta anterior y la presión que este último sector (agrario) suele ejercer buscando una devaluación para mejorar la competitividad y las exportaciones ¿Creés que la burguesía agraria sigue siendo un jugador fuerte y que también puede operar para la devaluación?

Existe una importante serie de trabajos que surgen alrededor de los 70´ y los 80´, entre los que se destacan los aportes de Juan Carlos Portantiero y Guillermo O´Donnell, los cuales, con sus diferencias, describen esta “grieta” entre la burguesía industrial y la burguesía agropecuaria que vos señalás. Posiblemente para aquella época estos planteos sean ciertos, pero, al menos en los períodos que yo estudié (convertibilidad y posconvertilidad), más que una grieta entre estos sectores, lo que se ve son momentos de mayor cercanía y momentos de menor cercanía. Y me animaría a decir, siempre refiriéndome a los períodos que he investigado, que en términos comparativos, tiende a predominar la coordinación y los acuerdos políticos entre ambas fracciones patronales por encima de las críticas y las disputas.

Tanto en la convertibilidad como en la posconvertibilidad se observa que ambos sectores son partidarios, con sus respectivos cuidados y mediaciones, de un tipo de cambio real alto. En tanto que a la burguesía agraria le conviene un elevado tipo de cambio porque sus productos son exportables, y cuanto mayor sea el precio del dólar, más pesos recibirán por sus mercancías; la burguesía industrial –que como ya dijimos, es principalmente mercado internista– recibe una mayor protección comercial cuanto más devaluada esté la moneda local. Es por esto que mientras que en la convertibilidad ambos sectores oscilaron entre alertar “elegantemente” sobre el atraso cambiario hasta pedir abiertamente una devaluación; en la posconvertibilidad, mientras la UIA elogiaba el esquema de tipo de cambio alto y competitivo diciendo que “nunca nos sentimos tan protegidos”, la Sociedad Rural (SRA) atacaba al gobierno por su política tributaria de retenciones, pero nada decía del precio del dólar, ya que el mismo beneficiaba a sus ingresos.

En este marco, entiendo que en la actualidad ambos sectores se beneficiarían con un tipo de cambio más elevado. No obstante, históricamente siempre ha sido difícil para las asociaciones patronales plantear públicamente la demanda devaluacionista, ya que la misma, además de romper con cualquier situación de estabilidad macroeconómica, implica un empeoramiento de las condiciones de vida de la población. En este sentido, los sectores devaluacionistas suelen reclamar o medidas alternativas –tales como exenciones impositivas, subsidios, etc., lo que en la profesión se denomina una “devaluación fiscal”- o suelen señalar de manera repetida el problema del atraso cambiario y sus consecuencias sobre la economía, evitando así pedir explícitamente por un aumento del tipo de cambio. No obstante, en determinadas coyunturas críticas como el 2001, era normal que industriales y terratenientes soliciten sin rodeos una devaluación.

Más allá de lo expuesto, todo indica que, la demanden o no, la devaluación llegará igual. La pregunta que cabe hacerse es cuándo llegará y cuál será su magnitud. Y en relación a esto último, entiendo que si bien ambos sectores tienen alguna posibilidad de incidir, es el agro quien mayor presión puede ejercer por medio de la retención de su cosecha. No obstante, para pronosticar con cierta exactitud cuándo se dará esta devaluación y cuál será su porcentaje, más que un economista, debería ser un adivino dotado de una bola de cristal.


Sobre el autor:

Cristian Caracoche es Licenciado en Administración (UNLZ), Licenciado en Economía (UCES), Magister en Economía Política (FLACSO) y Doctor en Historia (UBA). Se desempeña como docente e investigador en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), en la Universidad Nacional Guillermo Brown (UNaB) y en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Se ha especializado en el estudio de la historia argentina reciente –específicamente la convertibilidad y posconvertibilidad-, temática sobre la cual ha publicado diversos trabajos de investigación y divulgación, destacándose el libro Duhaldismo, kirchnerismo y macrismo. El capitalismo argentino y su recurrencia histórica (Ediciones Imago Mundi, 2020).

Sobre Capital industrial y representación orgánica. La acción política de la UIA en la postconvertilidad

EDITORIAL: Universidad Nacional de Lomas de Zamora

DISTRIBUCIÓN: Materialismo Histórico

DONDE CONSEGUIRLO:

VERSIÓN DIGITAL: https://caracochecristian.wordpress.com/2024/12/10/capital-industrial-y-representacion-organica-la-accion-politica-de-la-uia-en-la-posconvertibilidad-2002-2015/

VERSIÓN FÍSICA: EN INSTAGRAM @materialismo.historico.edi // https://www.instagram.com/materialismo.historico.edi?igsh=Y2lnYnhxejV5ZTk2

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