En su último año de gobierno Menem impulsó un fuerte recorte presupuestario que incluía a las universidades. Como parte de la resistencia, el movimiento estudiantil retomó experiencias previas y desarrolló la autoorganización con clases públicas, tomas y asambleas interfacultades, desafiando a las conducciones burocráticas y a las autoridades. Repasamos este capítulo de la historia a la luz del presente. Por Maximiliano Olivera (La Izquierda Diario).
Hacia 1999 la economía argentina estaba en una profunda recesión, atada a las exigencias de ajuste del FMI y el Banco Mundial y con una convertibilidad (“un peso=un dólar”) desgastada. Las altas cifras de desocupación, pobreza y el hundimiento de los salarios eran indicativos de la situación de la clase trabajadora, que comenzaba a realizar acciones de protestas, aunque la burocracia sindical era parte de la contención. También ya se había iniciado el ciclo de puebladas con el Santiagueñazo, Cutral-Co, Mosconi, Tartagal y Ledesma. A su vez, los sectores medios viraban hacia la oposición encabezada por la Alianza (la coalición formada por la UCR y el FREPASO), que no dejaba de ser parte de un pacto de gobernabilidad que no cuestionaba los lineamientos del FMI, buscando canalizar el descontento en un recambio electoral. Por último, la idea de una devaluación o una dolarización como alternativas a la convertibilidad eran cartas usadas por el gobierno y el establishment para chantajear con la aceptación de los ajustes dictados por el FMI.
En este artículo continuamos con el repaso de las luchas que dio el movimiento estudiantil universitario contra la avanzada mercantilizadora y privatizadora del gobierno de Carlos Menem. Como hemos señalado en una investigación previa, camino a su reelección en 1995, Menem impulsó una Ley de Educación Superior (LES) diseñada bajo los designios del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es decir, considerando a la educación como una mercancía y no como un derecho. El objetivo de máxima de la LES, anunciada en marzo de 1995, fue avanzar sobre la gratuidad de la educación universitaria modificando su carácter público, masivo y de ingreso irrestricto.
La discusión de la LES motivó un masivo proceso de movilización estudiantil, desde abril, que tenía parangón recién en las experiencias de las décadas de los 60 y 70. Este proceso se desarrolló, con desigualdades, en la totalidad de las universidades y llevó a que el movimiento estudiantil protagonizara grandes movilizaciones, incluyendo un bloqueo al Congreso para evitar el ingreso de diputados. En las facultades se pusieron en pie clases públicas, cortes de calles y tomas. La asamblea se transformó en el órgano de decisión estudiantil, en oposición a la contención y los desvíos que quería imponer la Unión Cívica Radical, presente en las conducciones burocráticas de centros y federaciones a través de la Franja Morada (hoy en muchas facultades bajo el nombre de Nuevo Espacio) y también en la negociación entre cuatro paredes con sus rectores. Esto dio pie a experiencias como las Asamblea Interfacultades y el Encuentro Nacional de Estudiantes Combativos en Córdoba. Finalmente, el 20 de julio de 1995, Menem logró, con la ayuda de bloques provinciales y la traición de las direcciones, que el Congreso aprobara la LES. Su aplicación suscitó diversas peleas que hicieron que, aunque pasaron los aspectos mercantilistas de la LES, haya objetivos de máxima que no se pudieron imponer. A su vez, la autonomía y autarquía financiera negociada por los rectores implicó que estos encabecen auto-ajustes y busquen “fuentes de ingresos propios” en los convenios con empresas o en posgrados arancelados, readecuando los planes de estudios para tales fines.
Menem vuelve a la carga y comienza la lucha
La LES de 1995 fue una cristalización de lo que los organismos de crédito internacional como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de desarrollo llamaban “modernización de los sistemas educativos superiores”. Esta “modernización” planteaba la disminución del presupuesto estatal para la educación y la ciencia, alentando a que las instituciones educativas buscaran fuentes de obtención de recursos complementarias a la del Estado (por la vía de aranceles o el financiamiento de empresas privadas). También incluía un control selectivo del Estado en la distribución de los recursos financieros (con organismos de evaluación según los parámetros neoliberales) y la expansión de las instituciones educativas privadas. [1]
El jueves 29 de abril de 1999 Menem firmó un decreto que iniciaba un duro recorte presupuestario, luego de un pedido del FMI para bajar el déficit fiscal en el marco de las renegociaciones y pagos de la deuda externa. El viernes 30 el anuncio del ministro de Economía, Roque Fernández, detalló un recorte de 280 millones del presupuesto educativo con el fin de bajar el déficit fiscal, una decisión tomada por la “recomendación” del Banco Mundial para todas las universidades de América Latina [2]. El recorte total –1055 millones según el Ministerio de Economía, 1500 millones según el Congreso– afectaba en gran medida a casi todas las áreas del Ministerio de Educación como construcción de escuelas, programas de capacitación, promoción científica y tecnológica. El ajuste del 10% de los fondos dedicados a educación encendieron las alarmas de los estudiantes por esta nueva ofensiva sobre las universidades.
El lunes 3 de mayo se desarrollaron las primeras asambleas estudiantiles en facultades de la UBA y el martes 4 los estudiantes realizaron clases públicas en los cortes de calles cercanas a las facultades (zona de Plaza Houssay, acceso de Ciudad Universitaria, Paseo Colón e Independencia, Independencia y Urquiza). En una primera diferencia con la organización estudiantil desde abajo, las direcciones de la FUA y la FUBA, en manos de la Franja Morada [3], convocaron desde una conferencia de prensa a un apagón para el día siguiente, en consonancia con las autoridades.
El radical Oscar Shuberoff, rector de la UBA entre 1986 y 2002, fue la cara visible de la posición de las autoridades que buscaron combinar la presión para negociar junto con desgastar al gobierno en pos del ascenso electoral de la Alianza. El miércoles 5 de mayo sus declaraciones de que la UBA cerraría en octubre si continuaba el recorte ocuparon las tapas de Clarín y La Nación. Las informaciones periodísticas detallaron que el recorte a las universidades era de 100 millones al conjunto de las universidades nacionales, los más significativos eran de 17 millones para la UBA, 7 millones para la Universidad Nacional de Córdoba, 6 millones para las universidades de La Plata, Tucumán y la Tecnológica, y 5 millones para la de Rosario.
Ante las declaraciones de Shuberoff, en la UBA los estudiantes tomaron las facultades de Filosofía y Letras, Exactas, Odontología y todas las sedes del CBC. En estas tomas surgieron también las comisiones como ámbito donde los estudiantes organizaban y garantizaban las distintas iniciativas y tareas que votaban las asambleas, desde la difusión, el sostenimiento de las tomas hasta las clases públicas y movilizaciones [4]. En Agronomía, Veterinaria y en las dos sedes de Sociales se realizaron diferentes acciones. Para diarios como La Nación y Clarín la novedad eran los cortes de calles practicados por docentes y estudiantes con las clases públicas, que se realizaban de manera sorpresiva y en diferentes puntos. La referencia mediática a los cortes de ruta de los “fogoneros” de Cutral-Có y los “piqueteros” de Mosconi y Tartagal eran ineludibles.
El jueves 6 las protestas se intensificaron en la UBA y durante la jornada tuvo lugar el apagón impulsado por el radicalismo. También hubo diferentes concentraciones estudiantiles. Esta jornada también marcó la nacionalización del conflicto ya que, por un lado, se replicó el apagón en todas las universidades y, por el otro, entró en escena la movilización estudiantil. En el conurbano bonaerense los estudiantes cortaron el Puente Pueyrredón, la ruta cerca de la UNGS y las calles de UNLaM. Hubo cortes de calles y marchas en Rosario, Córdoba, Tucumán, Mar del Plata, Neuquén, Mendoza, Resistencia, Misiones, Entre Ríos, San Luis, San Juan y Comodoro Rivadavia, entre otras. En lugares como Salta y Río Gallegos se registraron cortes de ruta.
Resurge la Asamblea Interfacultades
La cronología del proceso amerita un paréntesis. Una novedad de la jornada de protesta del jueves 6 fue que se definió la convocatoria para una primera Asamblea Interfacultades en la UBA, una instancia democrática que surgía como oposición a la dirección de la Franja Morada y sus aliados que ponían frenos a la lucha. Como muestra, basta con señalar que luego del apagón acordado con los rectores, la FUA llamó a una movilización recién para el 19 de mayo. Bajo el antecedente de la lucha contra la LES en 1995, la Interfacultades se puso rápidamente en pie como un polo para seguir desarrollando la combatividad y radicalización de las acciones estudiantiles y de sus planteos ante las burocracias estudiantiles, las autoridades y el Gobierno.
Desde En Clave Roja, agrupación universitaria del PTS, se impulsó desde un primer momento esta instancia: “Tenemos que apoyar la propuesta de la masiva asamblea interclaustros de Filosofía y Letras (UBA) del 5 de mayo que, en medio de la toma, resolvió impulsar un polo opositor contra la FUA y los rectores, llamando a concentrarse en la Facultad de Ciencias Sociales el 6 de mayo” [5]. El sentido de este polo era impulsar un verdadero plan de lucha democráticamente votado en asambleas conjuntas de docentes, no-docentes y estudiantes. Por ello una propuesta inicial fue “Interfacultades de delegados revocables con mandato de base” elegidos desde asambleas estudiantiles, docentes y no-docentes para luego avanzar a un congreso nacional de delegados con mandatos de asambleas. A su vez se ponderaba la resolución de la asamblea del CBC de Paseo Colón de “luchar por el aumento del presupuesto en base al no pago de la deuda externa”.
Finalmente, más de 1500 estudiantes de Filosofía y Letras, Sociales, Psicología, Derecho, Arquitectura, Medicina, Económicas, Veterinaria y los CBC se reunieron junto a docentes y no-docentes en la puerta de Sociales para conformar una Interfacultades y reunirla el martes 11. El llamado a la Interfacultades debió sortear la maniobra de las conducciones del CEFyL (presidido por la CEPA, brazo estudiantil del PCR-CCC, en un frente con el MST) y del CECSo (Franja Morada-Alianza), quienes intentaron llevar a los estudiantes detrás de un acto de la FUBA en Económicas.
Las Asambleas Interfacultades también surgieron en otras universidades como La Plata, Rosario, Córdoba, Tucumán y el Comahue. En algunas universidades como la UNLu (sede de San Miguel), Jujuy y Mendoza, se pusieron en pie comisiones por Interfacultades, ante la negativa permanente de las direcciones burocráticas.
Se agudiza la crisis y Menem recula
Sobre el final del cuarto día de protesta, el jueves 6, se agudiza la crisis política del Gobierno. La ministra de Educación, Susana Decibe, anunció que renunciaría si el Gobierno no daba marcha atrás con el recorte. Las versiones de una renuncia de Roque Fernández al ministerio de Economía eran una constante.
El viernes 7, cierre de la primera semana de intensa movilización, encontró a los estudiantes de la UBA tomando facultades, realizando clases públicas, cortes y movilizaciones. Desde la mañana hasta la noche, los estudiantes se concentraron en diferentes sedes. Durante la jornada se destacó una movilización a Tribunales y luego a Palacio Pizzurno, reclamando la renuncia de Decibe. También desde plaza Houssay, estudiantes de Medicina, Farmacia y Odontología se movilizaron hacia la universidad de René Favaloro para repudiar sus dichos (había declarado que “no pasada nada si cerraran por varios años años la facultad de Medicina o de Derecho porque tenemos médicos y abogados a rolete sin trabajo”). Finalmente la lucha estudiantil logró un primer triunfo: la renuncia de Decibe era un hecho.
A modo de balance, la edición de Clarín del sábado 8 destacaba que en los primeros días se vieron dos fenómenos. El primero era que con las clases públicas, los cortes y las concentraciones se reunían 500 a 1000 jóvenes en diferentes puntos estratégicos, con acciones sorpresivas e impactantes, a lo largo del día. El segundo era un incipiente desborde de las estructuras organizativas hegemonizadas por la Franja Morada.
El domingo 9 Manuel García Solá, empresario biotecnológico y hombre de la Sociedad Rural, asumió como nuevo ministro de Educación. García Solá asumió decidido a echar más nafta al fuego y le dijo a Clarín que el paro docente (anunciado para el martes 11) y las protestas estudiantiles no tenían razón de ser ya que no había recorte en el presupuesto de Educación. Además apuntó contra la UBA, señalando que los reclamos eran por motivos electorales.
El lunes 10 se inició un paro de 48 horas de los docentes universitarios, convocado por Conadu. Para ese momento, Shuberoff optaba por la vía judicial con la presentación de un recurso de inconstitucionalidad. Ni el recambio de ministro ni la vía judicial para el reclamo apaciguaron la protesta estudiantil, que continuó masificándose con las clases públicas y los cortes. Se contabilizaron al menos 22 cortes ese día, y por ejemplo en Plaza Houssay 1200 estudiantes cortaron Córdoba y Junín mientras docentes de Farmacia, Bioquímica y Odontología daban clases públicas.
El martes 11 tuvo lugar una multitudinaria marcha a Plaza de Mayo, considerada la protesta más masiva contra Menem (Clarín estimó una convocatoria de 30.000 personas, los organizadores informaron 50.000). Para ese momento, al Gobierno desgastado por la recesión, cristalizada en este nuevo ajuste, se le agudizaba una crisis por la constante movilización estudiantil al punto que los mercados ya buscaban un nuevo ministro para el Palacio de Hacienda. La Alianza, encabezada por De la Rúa y Chacho Álvarez, estuvo en la Carpa Blanca de CTERA [6] previo a la movilización, una muestra de su estrategia de capitalizar el desgaste del Gobierno pero a la vez contenerlo hacia una vía electoral. A su vez, los rectores radicales nucleados en el Consejo Interuniversitario Nacional se habían reunido con De la Rúa–Álvarez y con Eduardo Duhalde, cuyo candidato le había ganado la interna bonaerense al candidato de Menem el 9 de mayo. Horas previas a la movilización, mientras jugaba al golf en Olivos, Menem ordenó a sus funcionarios encontrar una solución. Con la venia del FMI, Roque Fernández anunció que se “elevaba el déficit fiscal” en 150 millones para destinarlos a educación, deshaciendo el ajuste anunciado. A su vez, el Congreso votó una ley que derogó el decreto de recorte.
La marcha atrás de Menem fue una nueva victoria para el movimiento estudiantil. Las autoridades, comenzando por Shuberoff, instaron a levantar las tomas y terminar con las clases públicas, “volver a la normalidad”. Pero para el movimiento estudiantil la pelea por mayor presupuesto no había terminado.
La lucha continúa
El martes 11, tras la movilización y el recule de Menem, se reunió la Interfacultades con 1200 estudiantes de Sociales, Filosofía, Derecho, Psicología, Medicina, Económicas, sedes de los CBC, estudiantes de la UNLZ, UNLaM, UNGS, secundarios, terciarios, docentes y no docentes. En esta instancia concurrieron delegados que llevaban el mandato de sus asambleas y cursos, junto a estudiantes en general y las agrupaciones estudiantiles. Incluso inicialmente también participaron corrientes como la CEPA, como presidencia del CEFyL, que por su política de subordinación a la Franja luego se negaron a acatar lo resuelto.
La Interfacultades resolvió marchar en una columna independiente de la FUBA el 13/5 con una bandera que contuviera las consignas que de allí en más fueron su programa: “No al recorte de Menem y el FMI; No al autoajuste de Shuberoff y la Alianza; PJ=Alianza=recorte; aumento del presupuesto educativo en base al no pago de la deuda externa gestionado por toda la comunidad universitaria; No a la reforma ni a la LES; Ni un peso al FMI y las bombas de la OTAN”. Parte de estas consignas reflejaban que la marcha atrás con el recorte no era suficiente ya que, por un lado, se seguía sosteniendo un desfinanciamiento y, por el otro, el recorte seguía sobre áreas sensibles como los jubilados o en la salud. Además la aplicación de la LES demandaba diferentes “reformas”, según el caso, impulsadas por los rectores y resistidas por los estudiantes.
Las clases públicas, las asambleas y las tomas continuaron. El jueves 13 se realizó la movilización a Plaza de Mayo convocada por la FUBA, donde las Interfacultades marcharon como un bloque independiente de 4000 estudiantes que duplicó a la convocatoria morada. En el cruce de las columnas en la plaza, la Interfacultades avanzó al grito de “La FUA chamuya, los estudiantes luchan”. La columna de Interfacultades avanzó hacia el Rectorado para repudiar a Shuberoff mientras la FUBA se esfumó. La jornada de movilización también se replicó en otras ciudades.
En este proceso las asambleas estudiantiles en Sociales y en Filosofía y Letras presentaron un desafío a las conducciones, cuestionado su accionar burocrático y ligado a las autoridades. Como presidencia del CEFyL, la CEPA no solo se negaba a acatar los mandatos de la asamblea de base y posteriormente a participar de la Interfacultades, sino que en el Consejo Directivo del martes 11 acusó de “borrachos y drogadictos, un grupito de inadaptados” a los estudiantes que tomaron la facultad. A pedir de las autoridades, se comprometieron a que las actividades se reanuden y para ello llevaron a sus militantes para barrer la facultad en medio de la huelga no-docente, carnereando la huelga con patotas para golpear a estudiantes que los repudiaban. La asamblea del 20/5 votó destituir a la presidencia del CEFyL, donde la propuesta de En Clave Roja que fue que el Cuerpo de Delegados dirija en base a mandatos de asamblea (aunque finalmente la vicepresidencia asumió) [7]. En Sociales, la Asamblea Permanente, que reunió 800 estudiantes el viernes 14, votó continuar la toma con clases públicas y el trabajo en comisiones. Allí por primera vez se votó el desconocimiento y la destitución de la conducción de la Alianza en el CECSo. Este rol de las conducciones burocráticas contra la autoorganización estudiantil era un acuerdo más amplio que llegaba hasta a la FUA. “En la FUA, trabajamos juntos la Alianza y la CEPA”, sintetizó el secretario general de la federación (Página 12, 05/05/1999). Por esas razones, el lunes 17 la Interfacultad vota participar de la Marcha Federal Educativa con un bloque independiente y, tras la movilización, aprovechar la presencia de delegaciones de las provincias para realizar un Encuentro Nacional de las Interfacultades.
Un cronista de Página 12 resumió así el desarrollo de este proceso:
Las dos últimas semanas se recordarán como los días en que los estudiantes, con tomas de facultades y cortes de calles, con clases públicas y asambleas, reaccionaron junto a docentes y no docentes y lograron frenar un recorte al presupuesto educativo. Pero también quedarán como los días en que la dirección del movimiento estudiantil (en manos de Franja Morada, en su versión Alianza) debió disputar la conducción con alumnos independientes y de izquierda, y con una flamante organización interfacultades. [8]
El miércoles 19 de mayo se realizó la Marcha Federal a Plaza de Mayo, que marcó nuevamente las diferencias entre las conducciones burocráticas y la Interfacultades. Buscando desalentar la participación, la FUA adelantó la convocatoria para las 15 h. pero la mayor diferencia fue que el día previo había firmado integrar la “Mesa de Enlace Social” con la CTA, la CTERA, el MTA encabezado por Hugo Moyano, la Federación Agraria y la CCC. Esta mesa tenía un duro discurso opositor pero su apuesta era un gobierno de la Alianza. Para el conflicto educativo no tenía ningún plan de lucha real y su objetivo era sacar a los estudiantes de las calles. En esta jornada la Interfacultades marchó de manera independiente con más de 5000 estudiantes mientras que la convocatoria de la FUA fue sostenida mayoritariamente por las centrales sindicales y la CCC (9000 personas en total, solo 3000 en las columnas estudiantiles). En estas columnas participaron también delegaciones de La Plata, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Jujuy y Neuquén, incluso cuando en varias provincias las direcciones moradas u opositoras ocultaban que habían dos convocatorias. [9] Por el boicot de corrientes como Venceremos-Patria Libre (hoy Libres del Sur), que tenía peso en la federación del Comahue y la de Córdoba, y el MST, el encuentro nacional de interfacultades no se realizó.
Pese al encendido discurso de la FUA en la Marcha Federal según el cual había que pelear hasta que caiga todo el recorte, la Marcha Federal fue la última acción que convocaron. El viernes 21 de mayo, al grito de “Universidad de los trabajadores, fuera los gorilas y burócratas traidores”, la asamblea de Sociales destituyó a la conducción de la Alianza. El lunes 24 una nueva Interfacultades reafirmó la convocatoria para el Encuentro Nacional para el 19 de junio y una movilización a la Embajada de EEUU, el 28 de mayo, en repudio a la Guerra de los Balcanes y ante el 30° aniversario del Cordobazo. El 11 de junio comenzó a funcionar el Cuerpo de Delegados de la facultad de Sociales, con 30 delegados de distintos cursos.
Finalmente, el sábado 19 de junio se realizó en Sociales el primer Encuentro Nacional Interfacultades, con la asistencia de unos 600 estudiantes de las universidades nacionales de Buenos Aires, Lomas de Zamora, Luján, La Plata, Córdoba, Rosario, Jujuy, Cuyo, UTN regional Buenos Aires y Haedo, junto a delegaciones de estudiantes secundarios y terciarios. “Este encuentro ha dejado sentada una bandera para luchar por poner en pie un nuevo movimiento estudiantil antiburocrático organizado de abajo hacia arriba con cuerpos de delegados mandatados y revocables que se proponen echar a la burocracia estudiantil y sus Centros y Federaciones corruptas y traidoras, un movimiento estudiantil que busque ligarse a los trabajadores tomando como propias cada una de sus luchas; uno que vea la necesidad de enfrentar los planes de hambre y explotación del imperialismo y del FMI”, sostenía una crónica de La Verdad Obrera [10]. El Encuentro votó un manifiesto y un llamado a desarrollar una Red Nacional Interfacultades, que no llegó a desarrollarse producto de la desmovilización impuesta desde las direcciones que abordamos a continuación.
Debates y conclusiones
La pelea contra el recorte de Menem llevó rápidamente a la emergencia como actor político del movimiento estudiantil, que en su gran mayoría había hecho su primera experiencia en la lucha contra la LES en 1995 y su posterior aplicación por parte de los rectores y decanos. Estos antecedentes sirvieron para que desde antemano exista en sectores importantes una desconfianza con las autoridades y sus representantes en los centros y federaciones, abriendo el camino hacia posiciones independientes. La pelea por la independencia política era una pelea contra las ilusiones y la confianza en el “mal menor” que despertaba la Alianza.
A su vez, se expresaron tendencias a la autoorganización y a la superación de las direcciones oficiales del movimiento estudiantil en la organización espontánea de las clases públicas, en las asambleas masivas y en las comisiones que sostuvieron las tomas. Las Interfacultades, principalmente en la UBA, expresaron lo más avanzado de estas tendencias, como así también los profundos cuestionamientos a las conducciones de los centros de estudiantes de Filosofía y Sociales de la UBA, donde se llegó a votar en asambleas su destitución [11]. Este proceso fue lo opuesto por el vértice a la hegemonía del modelo de “centros shopping” y de gestión que encarnaba la Franja Morada, hegemonía que comenzó a resquebrajarse. También se contrapuso a los “centros opositores” dirigidos por corrientes denominadas “independientes”, que tenían peso en universidades como La Plata, Córdoba y Comahue, y de la izquierda frentepopulista como la CEPA-PCR, que terminaban siguiendo la política morada de bloquear la autoorganización estudiantil.
Estas tendencias a superar a las direcciones burocráticas estaban acompañadas de un programa que no sólo rechazó el recorte puntual sino que demandaba un aumento del presupuesto en base al no pago de la deuda externa, junto a posiciones de independencia política respecto a los partidos patronales (“PJ=Alianza=recorte”) y las autoridades. A su vez asumió planteos antiimperialistas como “ni un peso para el FMI y las bombas de la OTAN”, realizando movilizaciones en ese espíritu, junto a la solidaridad con la pelea que daban los universitarios en México y otros países.
En una primera evaluación de En Clave Roja se sostuvo que el rápido retroceso del gobierno “no permitió que maduraran en la Interfacultades durante este ‘primer round’ de la acción estudiantil las tendencias a su masificación y a su funcionamiento en base a representantes mandatados por asambleas de facultad, del tipo del Consejo General de Huelga que se formó para encabezar el paro de los estudiantes de la UNAM”, que había llegado a organizar 36 establecimiento con cerca de 250.000 estudiantes. Con la desmovilización estudiantil impuesta desde las direcciones, el proceso de maduración y masificación de la Interfacultades se vio limitado, sin embargo esto no significaba que era momento de darla como una experiencia terminada. Para la juventud del PTS una perspectiva posible era que la situación política lleve a un “segundo round”, abriendo un escenario más propicio para la masificación de la Interfacultades, o, si eso no sucedía, actuar como organismo que reagrupe al activismo, alentando la formación de los cuerpos de delegados para seguir sosteniendo la organización.
Las hipótesis de En Clave Roja tenían el propósito de amplificar hasta donde más se pudiera poner una alternativa en base a la autoorganización expresada en mayo, entendida como
el mejor medio para desarrollar entre los estudiantes, cuando emprenden movilizaciones progresivas –ya sea por demandas específicas o expresando ‘como caja de resonancia’ reivindicaciones de las masas explotadas y oprimidas– las tendencias hacia la confluencia con la clase obrera y al enfrentamiento a los gobiernos, regímenes y estados capitalistas, agentes del imperialismo, así como para que los estudiantes superen a las tendencias estudiantiles burguesas y reformistas y a las burocracias (como la estudiantil y la académica) que buscan subordinarlos a las instituciones de los explotadores. [12]
Esta posición planteaba debates con el variopinto de corrientes estudiantiles “independientes” o autonomistas, ya que un sector pensaba las acciones del movimiento estudiantil solo en el marco universitario (“hay que discutir las cuestiones de la facultad”) y presentaba reservas a la politización y las definiciones programáticas (hablando de “consignismo”), aunque de conjunto eran parte del proceso por la autoorganización. También era una diferencia con otras corrientes de izquierda que rápidamente dieron por cerrado el proceso y levantaron la política de frentes amplios opositores para las elecciones que serían cuatro o cinco meses después. Como parte de hipótesis se reivindicaba la unidad obrera-estudiantil para derrotar los planes de ajuste y abrir el camino para una salida del pueblo trabajador a la crisis.
La pelea contra el recorte de Menem-Roque Fernández dejó importantes conclusiones organizativas y programáticas para el movimiento estudiantil para toda una etapa que se abre con la llegada de la Alianza al poder. De igual manera, un amplio sector del estudiantado puso sus ilusiones en el recambio presidencial, algunos con expectativas genuinas y otros bajo la lógica del mal menor, que representaban De la Rúa y Chacho Álvarez. Estas ilusiones, como vimos, fueron alentadas por las direcciones para institucionalizar los reclamos y sacar al movimiento estudiantil de la calle, cuando en realidad la Alianza también guardaba con una tijera bajo el brazo. Inicialmente los planes de De la Rúa incluían “una reducción en el presupuesto universitario de cerca de 300 millones de dólares y, al menos por ahora, se dejó de lado el proyecto de arancelar la universidad para alumnos hijos de contribuyentes de altos ingresos” (Clarín, 28/11/1999), lo que anticipaba los recortes que intentaron aplicar Domingo Cavallo y Ricardo López Murphy y las sucesivas luchas estudiantiles que los enfrentaron, desafiando también a la dirección de Franja Morada.
Las experiencias y conclusiones de estos años de radicalización del movimiento estudiantil son importantes para las luchas del presente, que tienen el desafío de establecer puentes para que los miles de estudiantes unan sus peleas a las perspectivas de las luchas de la clase trabajadora. Se trata de una apuesta estratégica vigente por la fuerza social que puede hacer realidad el grito de “universidad de los trabajadores” y alumbrar una transformación de raíz de la sociedad.
NOTAS AL PIE
[1] Marcela Mollis, “Las reformas de la educación superior en Argentina para el nuevo milenio”, Avaliação, 13 (2), junio de 2018.
[2] Por la aplicación de estas políticas, en la Universidad Nacional Autónoma de México se desarrolló un impresionante proceso de huelga desde el 20 de abril de 1999 y duró diez meses. En base al mandato de asambleas de escuelas, facultades y colegios se redactó el Consejo General de Huelga (CGH), el órgano que dirigió la huelga. Entre el 5 y el 6 de febrero del 2000, la Policía Federal ingresó al campus universitario para poner fin a la ocupación y detuvo a todos los huelguistas que estaban en la asamblea del CGH. Entre los más de 700 detenidos se encontraban Christian Castillo, Cecilia Feijoó (militantes del PTS), Leandro Rodríguez Lupo y Cecilia Rossi (militantes de El Viejo Topo/Marabunta), quienes estaban dando su solidaridad. Su detención motivó una campaña de solidaridad por la liberación. Ver Mariano Millán, “Resistencia contra el neoliberalismo, radicalización universitaria. Cuatro militantes marxistas de Sociología de la UBA en el paro de la UNAM, 1999/2000”, CIAN-Revista de Historia de las Universidades, 27/1 (2024), p. 202-243. Desde el inicio de la huelga, el PTS dedicó decenas de artículos en su periódico y revistas cubriendo el proceso en colaboración con su grupo hermano en México, la Liga de Trabajadores Socialistas. Al momento de los hechos que reconstruiremos, también se seguían las protestas estudiantiles en Chile, Nicaragua y Paraguay.
[3] La FUA está presidida por la agrupación radical desde 1974 y en 1999 su presidente era Pablo Javkin, actual intendente de Rosario. Hasta su crisis en diciembre de 2001, la Franja controló la FUBA durante 18 años. En aquel momento su presidente era Gustavo Fernández Rosso, quien luego fue parte del “Grupo Sushi” que rodeó a De la Rúa en su presidencia y finalmente se recicló como funcionario del kirchnerismo.
[4] Una crónica, por ejemplo, describe la toma de Sociales de la UBA: “Durante dos semanas en las tomas de Sociales se organizaban todas las actividades. Por la noche se hacían los carteles, con las consignas votadas en la asamblea. Las actividades comenzaban a las 7 hs de la mañana. Se bajaban todos los bancos para garantizar los cortes de calles y las clases públicas, pidiendo a los profesores que participaran, porque la lucha que manteníamos nos afectaba a todos. Se crearon comisiones para efectivizar las actividades votadas, realizar comunicados y juntar los fondos de toma”. Ver “UBA: en las calles y en las tomas surgió la Interfacultades contra la burocracia estudiantil”, En Clave Roja, N° 12, junio de 1999, p. 24. Los periódicos y revistas de En Clave Roja y el PTS que aquí citamos pueden ser consultados en el archivo del CEIP León Trotsky.
[5] “Por una gran lucha nacional para imponer un aumento del presupuesto educativo”, La Verdad Obrera, N° 48, 06/05/1999.
[6] La Carpa Blanca docente fue instalada por CTERA frente al Congreso el 2 de abril de 1997. Su objetivo fue contener y desgastar la lucha docente, usando esa bronca para alentar ilusiones en la Alianza. Tanto en 1997 como en 1999, Marta Maffei, dirigente de CTERA, sostenía que la solución era “aprender a votar” (lo dijo por ejemplo en la marcha del 11/05). Tras 1003 días, la Carpa Blanca fue levantada el 30 de diciembre de 1999 por una negociación con la Alianza, ya en el poder. Gabriel Liszt, “La Carpa Blanca: ¿un hito en la lucha docente?”, La Izquierda Diario, 30/12/2019.
[7] “UBA: en las calles y en las tomas surgió la Interfacultades contra la burocracia estudiantil”, En Clave Roja, N° 12, junio de 1999; “¡“CEPA” cómo carnerear!” y “Que el Cuerpo de Delegados dirija la Facultad de Filosofía”, La Verdad Obrera, N° 49, 24/05/1999.
[8] “El movimiento estudiantil estaba paralizado y revivió de pronto”, Página 12, 18/05/1999.
[9] “Ya se sabe… hoy la calle es de la Interfacultades”, La Verdad Obrera, N° 49, 24/05/1999; “Córdoba: los centros opositores y Patria Libre se tomaron el “PyRE” de la autoorganización”, “La lucha contra el recorte en Neuquén”, “Jujuy: crónica de la lucha estudiantil”, En Clave Roja, N° 12, junio de 1999.
[10] “600 estudiantes en el Primer Encuentro Nacional Interfacultades, La Verdad Obrera, N° 51, 01/07/99.
[11] La Asamblea Permanente en Sociales funcionó hasta septiembre-octubre de 1999 organizando la pelea contra los cupos, la expulsión de la seguridad privada, la autogestión de apuntes y actividades político-culturales. Para esas fechas se había citado a elecciones del CECSo, con una confabulación entre las autoridades y la Franja Morada para un proceso fraudulento.
[12] “Ya se sabe… hoy la calle es de la Interfacultades”, La Verdad Obrera, N° 49, 24/05/1999; “Córdoba: los centros opositores y Patria Libre se tomaron el “PyRE” de la autoorganización”, “La lucha contra el recorte en Neuquén”, “Jujuy: crónica de la lucha estudiantil”, En Clave Roja, N° 12, junio de 1999.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/1999-cuando-el-movimiento-estudiantil-enfrento-el-recorte-de-Menem
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